Estamos sobrecogidas con la actualidad en estas ultimas semanas.
El trabajo en el ámbito comunitario implica que la gente en el barrio te considera una ventana a las situaciones complejas que se dan.
En este tiempo hemos recibido varias incidencias por violencia machista a las que hemos respondido como hemos podido, siempre de manera insuficiente: no tenemos psicóloga en la entidad, y la casa de la mujer cuenta con una abogada saturada de trabajo y una psicóloga que está lejos del día a día de personas que necesitan una intervención desde la confianza, y que ademas solo interviene "si pasa algo" y posterior a una orden de alejamiento que cubre legalmente a la persona pero no es un escudo.
A nuestras niñas y adolescentes no les sirven los talleres que les dan para decirles que no deben tolerar el machismo, porque las dinámicas de aceptar o no eso en sus relaciones, son mas profundas y tienen que ver con la gestión de su autonomía día a día.
Hoy se nos viene como mantra todo el rato la misma frase: por favor, dejar de matarnos.
Pero,para que no nos maten tiene que haber programas educativos que se desarrollen como proceso y acompañamiento, y no como consumo y muestra de talleres diversos y desconectados entre si que no sirven mas que para dotar de conceptos vacíos la vida diaria. Para que no nos maten tenemos que apostar por la educación emocional y el trabajo en empoderamiento. Para que no nos maten tenemos que dejar de tachar de feminazismo la censura a todos los chistes y micromachismos que se dan en el dia a dia y si importan. Para que no nos maten tenemos que apostar por vincularnos desde los cuidados. Para que no nos maten necesitamos reforzar el tejido social que permite ser ventana a las situaciones de desesperanza. Para que no nos maten necesitamos recursos. Para que no nos maten tiene que haber voluntad política.
Para que no nos maten tenemos que trabajar juntas: las personas.
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